Las mal conocidas como «malas hierbas» son especies de plantas, normalmente de pequeño tamaño, que crecen de forma espontánea dentro de las ciudades y pueblos. Lejos de lo que la mayoría piensa, estas plantas sí tienen beneficios ecológicos y estéticos. Te los contamos.
Cómo se abren paso las ‘malas hierbas’
Las grandes urbes son zonas hostiles para la vida vegetal y sin embargo, estas hierbas urbanas y oportunistas suelen aparecer sin invitación en grietas de calles, aceras, alcorques, descampados, taludes e incluso dentro de propiedades residenciales y jardines.
La primera reacción (y la más frecuente) es luchar contra ellas para erradicarlas, ya que su crecimiento salvaje da una sensación de abandono y suciedad de los espacios. Y también, porque su cuidado no se contempla dentro de los planes de gestión verde urbana.
Sin embargo, como cualquier otra especie vegetal, es un ser vivo y a su alrededor se puede desarrollar un pequeño ecosistema.
Hay muchas zonas donde esta vegetación espontánea puede crecer, cada una con sus características específicas (humedad, tipo de suelo, exposición a la luz solar, etc.) da lugar a un tipo de flora diferente. Por ejemplo, los muros de piedra son un lugar idóneo para musgos, helechos y flores que se abren paso por las grietas, como la hierba de campanario (Cymbalaria muralis).
Algunas de ellas tienen un ciclo de vida corto (plantas silvestres que germinan, se desarrollan, florecen y mueren en el mismo año) y suelen crecer en terrenos asfaltados como calles, aceras o rotondas donde no hay otro tipo de vegetación.
Muchas veces se utilizan tratamientos químicos para acabar con esta vida salvaje, lo cual es un error ya que pueden acabar contaminando ríos y lagos. Por ello, tan importante como concienciar para preservar estas especies es educar en el cuidado de todos los ecosistemas y su interrelación entre ellos.
Estos son los beneficios de las hierbas urbanas
Por un lado, la vegetación espontánea en lugares donde abunda el gris da un valor estético y ornamental muy bonito. Hace un tiempo te hablamos de los jardines new perennial, estas zonas verdes en las que su vegetación crece de forma salvaje y va cambiando a lo largo del año, dependiendo de la estación. Salvando las distancias, estas flores silvestres y cosmopolitas ofrecen una imagen parecida.
Más allá de lo visual, las «malas hierbas» tienen también un gran valor ecológico:
- Ayudan a la biodiversidad: son una fuente de alimento para insectos polinizadores, aves, pequeños mamíferos y artrópodos. El trébol o el diente de león, por ejemplo, florecen durante gran parte del año y son un surtidor nutritivo de néctar y polen para las abejas y otros polinizadores.
- Aumentan la fertilidad del suelo: la vegetación reduce la erosión provocada por la escorrentía del agua o el viento de los lugares, y estas hierbas no son menos.
- Reducen la contaminación atmosférica: son capaces de fijar algunas partículas contaminantes.
- Hacen la fotosíntesis: reducen el dióxido de carbono y emiten oxígeno.
- Son plantas adaptadas a las condiciones climáticas y edafológicas de la zona, por lo que su mantenimiento resultaría bastante sencillo.
- Ayudan a regular la temperatura y limitan la filtración del agua de lluvia.
- Mejoran la resiliencia de las ciudades y la biodiversidad frente a los efectos del cambio climático.
Según J. Ramón Fernández, paisajista reconocido y autor de varios libros como el de Botánica cercana, que habla del tema de este artículo, calcula que cerca del 5 % de las plantas que existen a nivel mundial se han establecido en ciudades y villas.
Como ves, estas hierbas urbanas a las que apenas prestamos atención nos dan multitud de ventajas e incluir su gestión y cuidado dentro de los planes públicos va en la misma dirección de construir ciudades verdes y saludables. Quizás te interese leer el artículo Así se crean ciudades verdes gracias al paisajismo.
¡No las llames malas hierbas! Esperamos que después de leer estas líneas te des cuenta de lo buenas, necesarias y bellas que son y cambies tu percepción hacia ellas.